Mucho se habla de este tema. Por un lado todos recordamos a nuestra madre repitiendo que el desayuno es la comida más importante del día y ahora nos dicen todo lo contrario. ¿En qué quedamos entonces?
El desayuno no es algo bueno ni malo en sí mismo, pero ahora se parte de dos suposiciones: el desayuno no es imprescindible y los desayunos por norma general suelen ser ingestas poco saludables.
Y hay que admitir y reconocer que esas dos premisas son ciertas. La primera es simplemente una verdad: el desayuno, como cualquier otra ingesta no es imprescindible. Y además estamos especialmente condicionados en esta ingesta, ya que a diferencia de otras muchas, existen muchos alimentos “diseñados” para comer a la hora del desayuno: leche, galletas, cereales de desayuno, mantequilla, mermelada, zumos…
El desayuno ha permitido inculcar algo en nuestra cabeza y es algo muy positivo:
- “Es importante comer antes de salir de casa”.
- “Eso que coma va a influir en mi rendimiento”.
- “Tengo que intentar inculcar este hábito sobre todo en los más pequeños”.
Por eso es importante cambiar la perspectiva e intentar empezar el día de manera saludable escogiendo alternativas bastante aceptadas social y culturalmente: yogur, frutos secos, avena, fruta entera, batidos…Y si te apetece comer otras cosas, como el guiso de lentejas, unos huevos duros, habas cocidas o incluso costillas, pues adelante. Desayuna saludable, más allá de lo que te impongan.